Vista aérea de la ciudad de Santiago, Chile
¿Cuánto carbono permanece retenido en las ciudades gracias al uso de la madera? ¿Cómo incorporarlo en las estrategias de sostenibilidad urbana? Estas preguntas guiaron el estudio “Timber Biogenic Carbon Stock in the Urban Environment: Santiago City as a Second Forest”, publicado recientemente en la revista Sustainability.
La investigación fue desarrollada por Felipe Victorero y Waldo Bustamante, académicos colaboradores CIM UC y docentes de la Escuela de Arquitectura UC. El trabajo se centró en estimar el carbono biogénico presente en las estructuras de edificaciones construidas en madera en la ciudad de Santiago.
Un bosque dentro de la ciudad
El carbono biogénico corresponde al carbono que los árboles capturan durante su crecimiento y que permanece almacenado en los productos de madera a lo largo de su vida útil. Según el estudio, Santiago almacena actualmente unas 743.355 toneladas de CO₂ en edificaciones de madera. Solo entre 2017 y 2024, la superficie construida en este material aumentó en más de 192.800 metros cuadrados, lo que refleja un crecimiento sostenido del uso de la madera en la ciudad.
Aunque esta captura es invisible, representa una forma concreta de almacenamiento de carbono en el entorno urbano. Este stock biogénico —presente en techumbres, muros y estructuras de viviendas y edificios— puede contribuir a que las ciudades funcionen como sumideros parciales de carbono, incorporando parte de la captura forestal a través de su arquitectura.
A través del uso de catastros tributarios, permisos de edificación y definición de tipologías constructivas según diferentes períodos históricos, los investigadores desarrollaron una metodología replicable que permite cuantificar este tipo de stock urbano. Este enfoque es especialmente valioso en ciudades con información limitada sobre sus materiales constructivos.
Entre los resultados más destacados, comunas como Santiago Centro, Maipú y La Florida concentran la mayor superficie construida en madera. El análisis territorial mostró que las zonas de expansión urbana tienden a incorporar madera con mayor intensidad, mientras que las áreas más consolidadas y con alta densificación en altura presentan una menor participación de este material.
Según el estudio, el carbono contenido en la madera puede permanecer almacenado por décadas si las condiciones de uso y conservación son adecuadas. Por ello, incorporar este stock biogénico en los balances urbanos es clave para diseñar estrategias locales de descarbonización.
Madera como infraestructura climática
Más allá del dato técnico, el estudio propone comprender la madera como una infraestructura climática urbana: un material renovable que no solo permite construir con menor huella ambiental, sino que además contribuye a la mitigación del cambio climático.
Cada metro cuadrado edificado en madera representa carbono que fue capturado por los árboles y que permanece fijado durante su vida útil. En ese sentido, el diseño urbano puede desempeñar un rol activo en la acción climática si incorpora materiales con esta capacidad.
Aunque el estudio no aborda políticas públicas directamente, sus hallazgos podrían aportar insumos relevantes para estrategias de descarbonización urbana, como aquellas orientadas a la carbono-neutralidad al 2050.
El estudio sugiere que políticas públicas que fomenten el uso de madera —en especial en edificación de media y gran altura— podrían ampliar este efecto, complementando otras estrategias de reducción de emisiones en las ciudades. También propone avanzar hacia mejores sistemas de trazabilidad y catastro, que permitan contabilizar con precisión el aporte de la madera en entornos construidos.
Una herramienta para ciudades bajas en carbono
Lograr una ciudad más baja en emisiones implica transformar no sólo las fuentes energéticas, sino también nuestra forma de habitar y construir el territorio.
Desde CIM UC, este tipo de investigaciones refuerza el rol estratégico de la madera en el desarrollo de soluciones urbanas sostenibles. El trabajo de Victorero y Bustamante aporta evidencia concreta para visibilizar el valor ambiental del uso de la madera en arquitectura, y su potencial como parte de una estrategia de construcción más responsable, eficiente y alineada con los desafíos del cambio climático —convirtiendo a la ciudad en un verdadero segundo bosque urbano.
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